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domingo, 11 de septiembre de 2016

Hoy, 11 de septiembre de 2016, recordamos







En ceremonia presidida por el alcalde de Maipú señor Alberto Undurraga,  se inauguró el Memorial a los Detenidos Desaparecidos y Ejecutados Políticos, el 19 de mayo de 2012. La iniciativa para construirlo fue propuesta por el concejal Carlos Jara.
Es así como asistimos al esperado acontecimiento, con sentimientos encontrados: por un lado, la emoción de contar con un lugar físico que recordara a nuestros 68 vecinos asesinados y por otro, el dolor y la rabia por la falta de plena justicia. Entre muchas personas valiosas presentes en la ceremonia, se encontraba el padre jesuita José Aldunate,  actual Premio Nacional de Derechos Humanos, quien rindió su homenaje y bendijo el Memorial.
 Entre todos ellos, hoy queremos recordar al querido profesor y dirigente Manuel Guerrero Ceballos, en nombre del Centro Cultural que lleva su nombre y de cuyo directorio formo parte.
Su nombre lo llevan con orgullo escuelas y otras instituciones para quienes su vida es un ejemplo de idealismo y valor.

Nació en Santiago en 1948 y estudió en la Escuela Normal José Abelardo Núñez y se dedicó a ejercer en escuelas de San Miguel y Conchalí. Ingresó a las Juventudes Comunistas, donde su personalidad lo hizo destacar entre sus pares. Durante el gobierno de Salvador Allende, se hizo cargo de la Organización Nacional de los Trabajos Voluntarios, experiencia que recordó en su obra “Desde el túnel”. Se casó con Verónica Antequera, con quien tuvo dos hijos: Manuel y América.
Después  del golpe de estado de 1973, dedicado al trabajo político clandestino, fue detenido, herido a bala, por el Comando Conjunto que mantuvo durante 6 meses en 3 diferentes centros de detención, sometido a torturas. Al ser liberado, partió al exilio a Suecia con su familia, dedicándose a trabajar en grupos solidarios con el pueblo chileno.
Como ha ocurrido otras veces, el cambio brusco de geografía, clima y situaciones, produjo el quiebre del matrimonio Guerrero-Antequera. Tiempo después, estando en Hungría, conoció a Owana Madera, con quien tuvo a su última hija, Manuela Libertad.
Sin embargo, considerando que era más necesario en su propio país, regresó a Chile en 1982, participando en la Asociación Gremial de Educadores de Chile AGECH, de la que fue elegido presidente.
En marzo de 1985, habiendo sido advertido de la detención de un grupo de profesores la noche anterior, lo comentó a su hijo Manuel , mientras recibía a los alumnos del Colegio Latinoamericano de Integración. El joven lo recordó así:
“Tenía catorce años pero eso ya era edad suficiente como para tener la lógica mínima de que si te buscan, y estábamos en pleno estado de sitio, escóndete, ándate del país, qué haces aquí a las puertas de este colegio, a plena luz del día, te van tomar!!!! Se lo planteé, y él, muy pausado y mirándome con una ternura infinita a los ojos, me tomó de las manos y me dijo que no, que éste era su trabajo, éste era su país, que él ya se había ido una vez y que no lo volvería a hacer, que su lugar era junto al pueblo y su lucha para terminar con la dictadura.”
Ese mismo día lo detuvieron junto al sociólogo José Manuel Parada. El pintor y publicista Santiago Nattino,  que correría la misma suerte final, había sido apresado el día anterior. Todos recordamos el video del joven Manuel reaccionando con entereza ante el final previsto.
Dos días después mientras familiares, compañeros, colegas y amigos se dedicaban a frenéticas averiguaciones, tres cuerpos fueron encontrados en el camino a Quilicura, degollados y con signos de tortura.
El gobierno militar, al ser consultado por el brutal hallazgo, reaccionó mecánicamente con la consabida cantinela de “enfrentamiento entre ellos mismos”.


 Fue un Guerrero hasta el final y cito las palabras del compañero Osvaldo Mora: …“No habrá entonces, olvido para el crucificado, el degollado, el detenido desaparecido. No puede haber perdón para la bestia que subyace oculta en el poder religioso, económico, militar”.
“Hasta siempre Manuel”.