En ceremonia presidida por el alcalde de Maipú señor Alberto Undurraga, se inauguró el Memorial a los Detenidos Desaparecidos y Ejecutados Políticos, el 19 de mayo de 2012. La iniciativa para construirlo fue propuesta por el concejal Carlos Jara.
Es así como asistimos al esperado acontecimiento, con sentimientos encontrados: por un lado, la emoción de contar con un lugar físico que recordara a nuestros 68 vecinos asesinados y por otro, el dolor y la rabia por la falta de plena justicia. Entre muchas personas valiosas presentes en la ceremonia, se encontraba el padre jesuita José Aldunate, actual Premio Nacional de Derechos Humanos, quien rindió su homenaje y bendijo el Memorial.
Entre todos ellos, hoy queremos recordar al querido profesor y dirigente Manuel Guerrero Ceballos, en nombre del Centro Cultural que lleva su nombre y de cuyo directorio formo parte.
Su nombre lo llevan con
orgullo escuelas y otras instituciones para quienes su vida es un ejemplo de
idealismo y valor.
Nació en Santiago en 1948 y
estudió en la Escuela Normal José Abelardo Núñez y se dedicó a ejercer en
escuelas de San Miguel y Conchalí. Ingresó a las Juventudes Comunistas, donde
su personalidad lo hizo destacar entre sus pares. Durante el gobierno de
Salvador Allende, se hizo cargo de la Organización Nacional de los Trabajos
Voluntarios, experiencia que recordó en su obra “Desde el túnel”. Se casó con
Verónica Antequera, con quien tuvo dos hijos: Manuel y América.
Después del golpe de estado de 1973, dedicado al
trabajo político clandestino, fue detenido, herido a bala, por el Comando
Conjunto que mantuvo durante 6 meses en 3 diferentes centros de detención,
sometido a torturas. Al ser liberado, partió al exilio a Suecia con su familia,
dedicándose a trabajar en grupos solidarios con el pueblo chileno.
Como ha ocurrido otras veces,
el cambio brusco de geografía, clima y situaciones, produjo el quiebre del
matrimonio Guerrero-Antequera. Tiempo después, estando en Hungría, conoció a
Owana Madera, con quien tuvo a su última hija, Manuela Libertad.
Sin embargo, considerando que
era más necesario en su propio país, regresó a Chile en 1982, participando en
la Asociación Gremial de Educadores de Chile AGECH, de la que fue elegido
presidente.
En marzo de 1985, habiendo
sido advertido de la detención de un grupo de profesores la noche anterior, lo
comentó a su hijo Manuel , mientras recibía a los alumnos del Colegio
Latinoamericano de Integración. El joven lo recordó así:
“Tenía catorce años pero eso
ya era edad suficiente como para tener la lógica mínima de que si te buscan, y
estábamos en pleno estado de sitio, escóndete, ándate del país, qué haces aquí
a las puertas de este colegio, a plena luz del día, te van tomar!!!! Se lo
planteé, y él, muy pausado y mirándome con una ternura infinita a los ojos, me
tomó de las manos y me dijo que no, que éste era su trabajo, éste era su país,
que él ya se había ido una vez y que no lo volvería a hacer, que su lugar era
junto al pueblo y su lucha para terminar con la dictadura.”
Ese mismo día lo detuvieron
junto al sociólogo José Manuel Parada. El pintor y publicista Santiago Nattino,
que correría la misma suerte final,
había sido apresado el día anterior. Todos recordamos el video del joven Manuel
reaccionando con entereza ante el final previsto.
Dos días después mientras familiares,
compañeros, colegas y amigos se dedicaban a frenéticas averiguaciones, tres
cuerpos fueron encontrados en el camino a Quilicura, degollados y con signos de
tortura.
El gobierno militar, al ser
consultado por el brutal hallazgo, reaccionó mecánicamente con la consabida
cantinela de “enfrentamiento entre ellos mismos”.
Fue un Guerrero hasta el final y cito las
palabras del compañero Osvaldo Mora: …“No habrá entonces, olvido para el
crucificado, el degollado, el detenido desaparecido. No puede haber perdón para
la bestia que subyace oculta en el poder religioso, económico, militar”.
“Hasta siempre Manuel”.